Cerca de un año después del incidente, siendo todavía muy pobre mi salud,
marché al campo a recuperarme, y allí apareció un amigo que había estado en el
lugar en el momento de mi derrumbamiento. Aparentemente había originado un
buen montón de charla y encontré aquí a uno que no estaba inclinado a justificar mi
experiencia, sino que preguntaba cuestiones pertinentes. Otra amiga se interesó en
mi caso y me arrastró al doctor de la familia, que llanamente dio su opinión de que
había sido hipnotizada. Era en los días antes de la psicoterapia, y sus cuidados a
una mente enferma se limitaban a golpearme en la espalda y dar un tónico y un
bromuro. El tónico fue útil, pero el bromuro no, pues disminuyó mis poderes de
resistencia, y rápidamente lo desestimé, prefiriendo apañármelas con mi desagrado
antes que volverme indefensa. Pues todo el tiempo estaba yo obsesionada por el
temor de que esta extraña fuerza, que me había sido aplicada tan efectivamente,
fuese aplicada de nuevo. Pero aunque temía este misterioso poder, que entonces
realizaba que se hallaba extendido en el mundo, no puedo contar qué alivio fue
para mí el encontrar que todo el asunto no era una alucinación, sino un hecho real
contra el que uno podría levantarse y afrontarlo.
Obtuve mi liberación de la esclavitud de este miedo encarando toda la situación,
y determinándome a descubrir exactamente qué se me había hecho, y cómo podría
protegerme contra una repetición de la experiencia. Fue un proceso
extremadamente desagradable; de hecho, la reacción causada por la recuperación
de las memorias perdidas fue sólo un poco menos violenta que la original; pero
finalmente tuve éxito en liberarme de mi opresora condición de miedo, aunque fue
mucho tiempo antes de que mi salud física se volviese normal. Mi cuerpo era como
una batería eléctrica que había sido completamente descargada. Tomó un largo
tiempo el recargarla de nuevo, y cada vez que se usaba antes de que la recarga
fuera completa, se iba abajo de nuevo rápidamente. Por largo tiempo no tuve
reservas de energía, y después de la última exerción caía en Un sueño muerto a
cualquier hora del día. En el lenguaje del ocultismo, el doble etérico había sido
dañado, y derramaba prana. No se volvió normal hasta que tomé la iniciación en la
orden oculta en la que posteriormente me entrené. En el espacio de una hora
después de la ceremonia sentí un cambio, y sólo en las más raras ocasiones desde
entonces, después de alguna injuria psíquica, he tenido un retorno temporal de
esos vaciantes ataques de exhaustión.
He contado esta historia en detalle porque es una útil ilustración de la manera en
que puede abusarse de los poco conocidos poderes de la mente por parte de una
persona sin escrúpulos. La experiencia de primera mano es de mucho más valor
que cualquier cantidad de ilustración tomada de las páginas de la historia, pese a lo
bien autentificada que esté.
Si tal asunto hubiera tenido lugar en la Edad Media, el cura de la parroquia
habría organizado una caza de brujas. A la luz de mis propias experiencias, no
estoy sorprendida en absoluto de que la gente que había adquirido una reputación
por la práctica de la brujería fuera linchada, los métodos son tan terribles y tan
intangibles. Podemos pensar que los relatos de los juicios de brujas son ridículos,
con sus cuentos de imágenes de cera fundiéndose enfrente de fuegos lentos, o la
crucifixión de sapos bautizados, o el recitado de pequeñas retahílas, tales como
"Horse, hattock, To ride, to ride". Pero si entendemos el uso del poder de la mente,
pronto realizamos que estas cosas eran simplemente ayudas a la concentración. No
hay diferencia esencial entre clavar alfileres en una imagen de cera de un enemigo
y quemar velas enfrente de una imagen de cera de la Virgen. Puedes pensar que
ambas de estas prácticas son grosera superstición, pero apenas puedes pensar que
una es real y potente y negar la realidad y la potencia de la otra.
"Las armas de nuestro estado de guerra no son carnales" podría ciertamente decirse tanto de los practicantes de la Magia Negra como de la Iglesia. Mi propio caso pertenece más al dominio de la psicología que al del ocultismo, siendo el método empleado una aplicación de poder hipnótico a fines impropios; lo he dado, sin embargo, porque estoy convencida de que los métodos hipnóticos se usan muy ampliamente en la Magia Negra, y que la sugestión telepática es la clave de una gran proporción de sus fenómenos. Cito mi propio caso, doloroso como me resulta el hacerlo así, porque una onza de experiencia vale tanto como una libra de teoría. Fue esta experiencia la que me condujo a emprender el estudio de la psicología analítica, y posteriormente del ocultismo. Tan pronto como toqué los aspectos más profundos de la psicología práctica y observé la disección de la mente bajo el psicoanálisis, realicé que había muchísimo más en la mente de lo que se tenía en cuenta por las teorías psicológicas aceptadas. Vi que estábamos en el centro de un pequeño círculo de luz arrojada por un conocimiento científico cabal, pero que alrededor nuestro había una esfera de oscuridad, vasta y circundante, y que en esa oscuridad estaban moviéndose formas confusas. Fue a fin de entender los aspectos escondidos de la mente que emprendí originalmente el estudio del ocultismo. He tenido mi ración completa de aventuras en el Sendero; he conocido hombres y mujeres que podrían ser clasificados sin duda como adeptos; he visto fenómenos como ninguna sesión espiritista ha conocido nunca, y he llevado mi parte a ellos; he tomado parte en feudos psíquicos, y he atendido mi vigilancia en la lista de la fuerza de la policía oculta que, bajo los Maestros de la Gran Logia Blanca, mantiene la guardia sobre las naciones, cada una de acuerdo con su raza; he guardado la vigilia oculta cuando uno no se atreve a dormirse mientras el sol está por debajo del horizonte; y he vigilado desesperadamente, enarbolando mi poder de aguante contra el ataque, hasta que las mareas lunares cambiaban y la fuerza de asalto se disipaba. Y a través de todas estas experiencias, estaba aprendiendo a interpretar el ocultismo a la luz de la psicología, y la psicología a la luz del ocultismo, contrastando y explicando uno al otro. En razón de mi conocimiento especializado, la gente vino a mí cuando se sospechaba un ataque oculto, y su experiencia refuerza y suplementa la mía propia. Más aún, hay una considerable literatura sobre el tema que se encuentra en regiones donde menos la esperaría uno —en relatos de folklore y la etnología, en los Registros Estatales de juicios de brujas, e incluso bajo la guisa de la ficción. Estos registros independientes, por gente no interesada en modo alguno por los fenómenos psíquicos, confirma las afirmaciones hechas por aquellos que han experimentado ataques ocultos. Por otro lado, tenemos que distinguir muy cuidadosamente entre experiencia psíquica y alucinación subjetiva; tenemos que estar seguros de que la persona que se queja de un asalto psíquico no está escuchando la reverberación de sus propios complejos disociados. El diagnóstico diferencial entre histeria, locura y ataque psíquico es una operación extremadamente delicada y difícil, pues muy frecuentemente un caso no está claramente cortado, estando presente más de un elemento (al causar un severo ataque psíquico un derrumbamiento mental, y dejando un derrumbamiento mental abierta a su víctima a la invasión desde el Invisible). Todos estos factores tienen que ser tenidos en cuenta al investigar un supuesto ataque oculto, y será mi tarea en estas páginas no sólo indicar los métodos de defensa oculta, sino mostrar también los métodos de diagnóstico diferencial. Es muy necesario, con tanto conocimiento oculto alrededor, que la gente distinga un ataque oculto cuando lo vea. Estas cosas son mucho más comunes de lo que generalmente se realiza. La reciente tragedia de Iona da punto a esta afirmación. Ningún ocultista está bajo ilusión alguna respecto a que esa muerte fuera por causas naturales. En mi propia experiencia he sabido de muertes similares. En mi novela, Los Secretos del Dr. Taverner, fueron presentados, bajo la guisa de la ficción, un número de casos ilustrativos de la hipótesis de la ciencia oculta. Algunas de estas historias fueron construidas para mostrar la operación de las fuerzas invisibles; otras fueron extraídas de casos reales; y algunas de éstas fueron más bien escritas por lo bajo que por lo alto para hacerlas leíbles por el público en general.
"Las armas de nuestro estado de guerra no son carnales" podría ciertamente decirse tanto de los practicantes de la Magia Negra como de la Iglesia. Mi propio caso pertenece más al dominio de la psicología que al del ocultismo, siendo el método empleado una aplicación de poder hipnótico a fines impropios; lo he dado, sin embargo, porque estoy convencida de que los métodos hipnóticos se usan muy ampliamente en la Magia Negra, y que la sugestión telepática es la clave de una gran proporción de sus fenómenos. Cito mi propio caso, doloroso como me resulta el hacerlo así, porque una onza de experiencia vale tanto como una libra de teoría. Fue esta experiencia la que me condujo a emprender el estudio de la psicología analítica, y posteriormente del ocultismo. Tan pronto como toqué los aspectos más profundos de la psicología práctica y observé la disección de la mente bajo el psicoanálisis, realicé que había muchísimo más en la mente de lo que se tenía en cuenta por las teorías psicológicas aceptadas. Vi que estábamos en el centro de un pequeño círculo de luz arrojada por un conocimiento científico cabal, pero que alrededor nuestro había una esfera de oscuridad, vasta y circundante, y que en esa oscuridad estaban moviéndose formas confusas. Fue a fin de entender los aspectos escondidos de la mente que emprendí originalmente el estudio del ocultismo. He tenido mi ración completa de aventuras en el Sendero; he conocido hombres y mujeres que podrían ser clasificados sin duda como adeptos; he visto fenómenos como ninguna sesión espiritista ha conocido nunca, y he llevado mi parte a ellos; he tomado parte en feudos psíquicos, y he atendido mi vigilancia en la lista de la fuerza de la policía oculta que, bajo los Maestros de la Gran Logia Blanca, mantiene la guardia sobre las naciones, cada una de acuerdo con su raza; he guardado la vigilia oculta cuando uno no se atreve a dormirse mientras el sol está por debajo del horizonte; y he vigilado desesperadamente, enarbolando mi poder de aguante contra el ataque, hasta que las mareas lunares cambiaban y la fuerza de asalto se disipaba. Y a través de todas estas experiencias, estaba aprendiendo a interpretar el ocultismo a la luz de la psicología, y la psicología a la luz del ocultismo, contrastando y explicando uno al otro. En razón de mi conocimiento especializado, la gente vino a mí cuando se sospechaba un ataque oculto, y su experiencia refuerza y suplementa la mía propia. Más aún, hay una considerable literatura sobre el tema que se encuentra en regiones donde menos la esperaría uno —en relatos de folklore y la etnología, en los Registros Estatales de juicios de brujas, e incluso bajo la guisa de la ficción. Estos registros independientes, por gente no interesada en modo alguno por los fenómenos psíquicos, confirma las afirmaciones hechas por aquellos que han experimentado ataques ocultos. Por otro lado, tenemos que distinguir muy cuidadosamente entre experiencia psíquica y alucinación subjetiva; tenemos que estar seguros de que la persona que se queja de un asalto psíquico no está escuchando la reverberación de sus propios complejos disociados. El diagnóstico diferencial entre histeria, locura y ataque psíquico es una operación extremadamente delicada y difícil, pues muy frecuentemente un caso no está claramente cortado, estando presente más de un elemento (al causar un severo ataque psíquico un derrumbamiento mental, y dejando un derrumbamiento mental abierta a su víctima a la invasión desde el Invisible). Todos estos factores tienen que ser tenidos en cuenta al investigar un supuesto ataque oculto, y será mi tarea en estas páginas no sólo indicar los métodos de defensa oculta, sino mostrar también los métodos de diagnóstico diferencial. Es muy necesario, con tanto conocimiento oculto alrededor, que la gente distinga un ataque oculto cuando lo vea. Estas cosas son mucho más comunes de lo que generalmente se realiza. La reciente tragedia de Iona da punto a esta afirmación. Ningún ocultista está bajo ilusión alguna respecto a que esa muerte fuera por causas naturales. En mi propia experiencia he sabido de muertes similares. En mi novela, Los Secretos del Dr. Taverner, fueron presentados, bajo la guisa de la ficción, un número de casos ilustrativos de la hipótesis de la ciencia oculta. Algunas de estas historias fueron construidas para mostrar la operación de las fuerzas invisibles; otras fueron extraídas de casos reales; y algunas de éstas fueron más bien escritas por lo bajo que por lo alto para hacerlas leíbles por el público en general.
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