Mujer, madre, hija, hermana, esposa, amante, amiga. Diosa, bruja, hechicera, mujer sabia y profunda. Arroja tu bata vieja o tu ropa sastre. Abandona por un momento a aquellos que te aman o dicen amarte, deja la cena sin concluir, las ollas con sus penachos de humo en la cocina; ordena que pare de su baile cotidiano la escoba; que las manos que digitan dejen de aporrear el teclado en la oficina; en la fábrica, detén un instante el ritmo rutinario del trabajo, apacigua la marea de tu vida cotidiana y para. Te propongo iniciar un ritual, el que siempre olvidas porque estás apoyando a otros: el sumergirte a ti misma en tu interioridad oceánica, el permitir que la esencia de lo femenino salvaje bañe con su luz de ámbar las cristalinas orillas de tu ser. Comprende que en ti reside el universo. En ti está el poder generador de la vida. En ti la esencia pura de la naturaleza. En tus brazos que se abren para acoger al hijo, al esposo, al amante, al padre enfermo, a la madre anciana, a la amiga...